¿Sabías que al ver los informes financieros, el 90% del contenido en realidad es ruido? Lo único que realmente vale la pena observar son dos cosas: los hechos y los compromisos. Pero lo curioso es que la mayoría de las personas siempre se fijan en esas "opiniones" y "expectativas". ¿Por qué? Al final, todo se reduce a razones psicológicas.
A las personas les gusta escuchar historias desde que nacen, y también les gusta tener un poco de fantasía sobre el futuro. Las opiniones son como historias, tienen emociones y colores, y te hacen sentir que "esta empresa tiene un gran potencial para el futuro". Las expectativas son aún más exageradas; una simple predicción de la dirección, aunque no tenga ninguna garantía, puede hacer que imagines un montón de imágenes hermosas. El problema es que las historias y las fantasías no tienen nada que ver con si lo que realmente puede cumplirse.
En comparación, los hechos son fríos y carecen de emoción. Por ejemplo, "caída en los ingresos" y "aumento de la relación de deuda" suenan aburridos, pero son la realidad. Lo mismo ocurre con las promesas, que hablan de responsabilidad y contratos, no de sueños. Por esta razón, muchas personas prefieren centrarse en opiniones y expectativas, porque suenan cómodas y emocionantes.
Los inversores inteligentes lo ven al revés. Cuanto más bonito sea el relato, más hay que mantener la calma; cuanto más contundentes sean los hechos y las promesas, más hay que valorarlos. Por ejemplo, algunas startups claman "duplicar la cuota de mercado en tres años", y al revisar los informes financieros, descubres que tienen dificultades incluso para mantener el flujo de caja para operar, ¿de qué sirve esa expectativa? En cambio, observa a empresas consolidadas como Coca-Cola, que han mantenido el dividendo durante muchos años; esa es una promesa respaldada por hechos, lo que la hace mucho más fiable.
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¿Sabías que al ver los informes financieros, el 90% del contenido en realidad es ruido? Lo único que realmente vale la pena observar son dos cosas: los hechos y los compromisos. Pero lo curioso es que la mayoría de las personas siempre se fijan en esas "opiniones" y "expectativas". ¿Por qué? Al final, todo se reduce a razones psicológicas.
A las personas les gusta escuchar historias desde que nacen, y también les gusta tener un poco de fantasía sobre el futuro. Las opiniones son como historias, tienen emociones y colores, y te hacen sentir que "esta empresa tiene un gran potencial para el futuro". Las expectativas son aún más exageradas; una simple predicción de la dirección, aunque no tenga ninguna garantía, puede hacer que imagines un montón de imágenes hermosas. El problema es que las historias y las fantasías no tienen nada que ver con si lo que realmente puede cumplirse.
En comparación, los hechos son fríos y carecen de emoción. Por ejemplo, "caída en los ingresos" y "aumento de la relación de deuda" suenan aburridos, pero son la realidad. Lo mismo ocurre con las promesas, que hablan de responsabilidad y contratos, no de sueños. Por esta razón, muchas personas prefieren centrarse en opiniones y expectativas, porque suenan cómodas y emocionantes.
Los inversores inteligentes lo ven al revés. Cuanto más bonito sea el relato, más hay que mantener la calma; cuanto más contundentes sean los hechos y las promesas, más hay que valorarlos. Por ejemplo, algunas startups claman "duplicar la cuota de mercado en tres años", y al revisar los informes financieros, descubres que tienen dificultades incluso para mantener el flujo de caja para operar, ¿de qué sirve esa expectativa? En cambio, observa a empresas consolidadas como Coca-Cola, que han mantenido el dividendo durante muchos años; esa es una promesa respaldada por hechos, lo que la hace mucho más fiable.